Revisión de los planteamientos de la neorreacción: «Perspectivas para la condición paraoccidental de Hispanoamérica»

José Joaquín Durán

“La modernidad inventó el futuro,

pero eso ya se acabó”.

Nick Land, Fanged Noumena (2019).


La Internet transformó de manera decisiva la configuración de la comunicación humana. Nunca había sido tan fácil lograr un alcance mundial con impacto masivo de forma tan acelerada. Si bien muchas veces esta red de comunicaciones constituye un soporte que reproduce manifestaciones que transitan a otro tipo de canales o dimensiones de la realidad, también hay elementos que, en gran medida, existen solo gracias a Internet. En el plano de la teoría política, en la segunda mitad de los años 2000, comenzó a tomar forma en determinados blogs de habla inglesa la neoreaction (“neorreacción”, abreviado NRx), movimiento que desarrolla una crítica a la configuración actual de la realidad, cuyo énfasis está en el rechazo a la progresión histórica de Occidente en función de la Ilustración[1]. Pero hay regiones paraoccidentales[2] que se constituyen como dimensiones influidas por los procesos históricos de Occidente, pese a no estar integradas en el centro de esta esfera. Por esta razón, la premisa que trabajaremos es que los planteamientos desarrollados por los autores vinculados con la neorreacción articulan un esquema acertado para evaluar la situación de la reacción paraoccidental, específicamente de Hispanoamérica[3]. Para esto, primero abordaremos el concepto de neorreacción, después examinaremos la idea de Catedral, elemento central de esta teoría, lo que permitirá presentar los alcances y limitaciones de la NRx. Luego, finalizaremos con la exploración de la “tricotomía”, palabra que describe la articulación de los grupos que confluyen en la neorreacción. Esta revisión será realizada a partir de la obra de Mencius Moldbug (Curtis Yarvin), Bryce Laliberte y Nick Land, quienes si bien trazan una respuesta a la [Post]Modernidad, lo hacen situándose en la misma Postmodernidad. Por esta razón, la revisión que será desarrollada, no busca ser una invitación a adscribir de manera acrítica a esta teoría, sino que busca presentar la revisión de los elementos que la componen, para que así el lector pueda formular su propia interpretación.

La NRx, de acuerdo con lo planteado por Land (2013a) es un análisis político que surge de la sospecha frente al uso ideológico del “progreso”. Este análisis, según Land (2013a): “Acepta que el orden sociopolítico dominante del mundo ha ‘progresado’ únicamente con la condición de que dicho avance, o incesante movimiento hacia adelante, está completamente despojado de respaldo moral, y de hecho está vinculado con el empeoramiento”. La sospecha surge de la desconfianza hacia la interpretación whig[4] de la Historia, que ve en el avance de los procesos históricos la consecución inevitable de los ideales ilustrados (Moldbug, 2008). De esta manera, el cuestionamiento del progreso configura un impulso de salida, que es la reacción. Pero, al complementarse este impulso de salida con una crítica hacia el sentido del progreso y con el reconocimiento de la dificultad para revertirlo se constituye como neorreacción (Land, 2013a). Sobre los obstáculos para la reversión del esquema de la realidad, Land señala que el principal problema es la consolidación exitosa de las estructuras que lo integran:

“Es impensable que cualquier sociedad pueda retirarse de la franquicia expansiva, el estado del bienestar, la formulación de políticas macroeconómicas, la burocracia reguladora masivamente extendida, la religión secular coercitiva-igualitaria o la intervención globalista arraigada” (2013a).

Estas estructuras que despliegan la configuración de la realidad son un producto directo de lo que engloba el sentido del “progreso”, que para el autor (2013a) es la manifestación del culto democrático-igualitarista que domina del esquema mundial, que es el verdadero trasfondo de la “iluminación global progresiva”. Al quedar expuesto el vínculo entre democracia e igualitarismo, Land (2013b) enfatiza en la incompatibilidad de la libertad con la democracia. Es más, según el autor: “Para los neorreaccionarios más duros, la democracia no solo está condenada, es la condena en sí. Salirse de ella llega a ser el imperativo más importante” (Land, 2013a). Esto nos lleva a la crítica del sentido del progreso, que está relacionada con el rechazo a la idealización rousseauniana de las masas irracionales, lo que se traduce en la desconfianza que genera en los neorreaccionarios la democratización, por ser un proceso que genera dinámicas: “[…] fundamentalmente degenerativas: consolidando sistemáticamente y exacerbando los vicios privados, resentimientos, y deficiencias hasta que lleguen al nivel de criminalidad colectiva y corrupción social total” (Land, 2013b). En consecuencia, los procesos inherentes a la Modernidad, no se limitan a establecer un simple error, son una amenaza para el desarrollo correcto del ser humano (Laliberte, 2013, p. 43).

El trazado histórico-geográfico de este proceso de democratización que caracteriza a la configuración actual de la realidad, los autores de la neorreacción coinciden en atribuirlo al proceso iniciado en la reforma protestante, que se desplaza territorialmente hacia Inglaterra y de allí llega a Estados Unidos para conformar esta “teocracia democrático-igualitarista”. Sobre este punto, Land (2013b) establece que: “La credibilidad ideológica de la democratización radical no está, por supuesto, en cuestión… Pocos años después del desafío de Martín Lutero al poder papal, los campesinos insurrectos estaban colgando a sus enemigos de clase en toda Alemania”. Por otra parte, Bryce Laliberte (2013, p. 10) sostiene que lo que caracteriza al protestantismo es precisamente el “igualitarismo espiritual”. Del mismo modo, Moldbug (2009) dice que: “No solo vivimos en algo vagamente como una teocracia puritana. Vivimos en una teocracia puritana del siglo XXI real, genuina y funcional, aunque poco saludable”. Lo que hoy se ha conformado como teocracia democrático-igualitarista es la razón de que la orientación del “progreso” sea hacia la izquierda, esto porque, según Moldbug (2009): “[…] la izquierda es el partido de los órganos educativos, a cuya cabeza están la prensa y las universidades. Esta es nuestra versión del siglo XX de la iglesia establecida”. La nueva iglesia, que sostiene a la teocracia democrático-igualitarista a través del despliegue de todo un esquema de dominación, es lo que los autores de la neorreacción llaman Catedral.

La idea de Catedral debe ser entendida a través de la conceptualización de Moldbug (2009) sobre lo que es una iglesia, es decir: “[…] una organización o movimiento que le dice a la gente cómo debe pensar”. Es importante notar que esta definición no apunta precisamente a la dimensión religiosa de la palabra iglesia, sino que, al sentido más amplio, de una entidad que configura el pensamiento de las personas[5]. Para Moldbug (2009), no es casual que en el 2008 la opinión pública en el estado de California haya sido bastante similar a la que había en la Universidad de Stanford en 1963. La razón de esto es que las universidades en Estados Unidos, lejos de configurar espacios independientes para el desarrollo del conocimiento, forman parte de una misma red de producción (Moldbug, 2009). Esta red de producción articula el proceso de diseminación gradual que consolida el posicionamiento de determinadas ideas:

“[…] en los Estados Unidos posteriores a 1945, la fuente de todas las nuevas ideas es la universidad. Las ideas salen de la universidad, pero casi nunca entran. De ahí, fluyen hacia los otros brazos del sistema educativo en su conjunto: los principales medios de comunicación y las escuelas públicas. Con el tiempo se convierten en nuestro viejo amigo, ‘opinión pública’. Este proceso es lento, ocurre en una escala generacional y, por lo tanto, el retraso de 45 años” (Moldbug, 2009).

Este proceso de diseminación y consolidación de ideas, desplegado en un complejo mediático-académico de control (Land, 2013b), convierte a las democracias occidentales en un buen ejemplo de “ingeniería orwelliana” (Moldbug, 2009). De acuerdo con Laliberte (2014), esto permite caracterizar a la Catedral como: “[…] la verdadera metainstitución dominante del mundo occidental”. Una vez planteada la presencia de la Catedral en Occidente queda abierta a la interrogante de cuál es la validez que este concepto, y más ampliamente de la neorreacción para el contexto hispanoamericano. El principal obstáculo para pensar la extensión de la neorreacción hacia el contexto paraoccidental sería la delimitación cultural de los alcances operacionales. Para Land (2014), la neorreacción: “[…] es irreductiblemente occidental, emerge de una rama muy específica del ultraprotestantismo anglófono. Es de esperar que la mayoría de sus adherentes estén ubicados en países de habla inglesa, expuestos íntimamente a una descomposición civilizatoria radicalmente acelerada”. Sobre el alcance de la neorreacción, si bien es posible identificar en los países de raíz protestante los niveles más avanzados de descomposición, las sociedades paraoccidentales de matriz católica en Hispanoamérica avanzan hacia el mismo sentido. Es por esta razón que la condición paraoccidental no evita la presencia de la Catedral, cuyo efecto solo está dilatado a través de las reproducciones locales del complejo académico-mediático. Pero no solo eso, porque, a medida que la Modernidad se desprende de los elementos occidentales y se convierte en una nueva base para que las sociedades actúen en el mundo, es decir transversal para los distintos pueblos, el “problema de la Catedral”, lejos de limitarse a las sociedades occidentales y paraoccidentales, podría tornarse global.

Para actuar contra la dominación de la Catedral, Land sostiene la necesidad de un consenso neorreaccionario, que está formado por una serie de grupos marginados del espectro político que confluyen hacia un enemigo común. Esta confluencia es de carácter tricotómico, al incluir a las tres tradiciones que son atacadas primariamente por la Catedral, las cuales Land (2013c) identifica como teonomistas, vinculadas con el tradicionalismo religioso de origen cristiano, etno-nacionalistas, relacionadas con los nacionalismos de la identidad, y tecno-comercialistas, enlazadas con las corrientes libertarias y aceleracionistas. Sin el consenso neorreaccionario, cada corriente identifica un enemigo propio, que, si bien puede tener relación con las demás corrientes, evita formar un frente común. En el caso de los teonomistas el problema es con el liberalismo, que sugiere la continuidad de una disputa que fue iniciada con el surgimiento de la Modernidad; en los etno-nacionalistas es con el globalismo, que es atribuible a la tensión entre localidad-globalidad, relación fundamental para la configuración de esta tendencia; y en los tecno-comercialistas es con el socialismo, que está vinculado con la lucha contra el estatismo y el colectivismo. La confluencia de las corrientes de la tricotomía en la NRx no elimina las visibles diferencias entre ellas, pero sí les ofrece una mejor lectura del presente, que las invita a actualizar sus esfuerzos para hacerle frente a un enemigo común que no podrían derrotar por sí solas.

En el caso hispanoamericano, visto a nivel supranacional, los grupos que componen la tricotomía tienen diferencias evidentes con los de la esfera anglófona. Mientras que en Estados Unidos las corrientes están marcadas por el sustrato protestante, en Hispanoamérica la base cultural católica configura un panorama diferente. Esto incluso puede ser una ventaja, porque, como propone Laliberte (2013, p. 13), el catolicismo (excluyendo variantes heterodoxas) es una religión esencialmente reaccionaria. Por parte del etno-nacionalismo, la forma de entender la etnicidad en la esfera anglo, vinculada al racialismo puritano, es visiblemente distinta al mestizaje fundacional que caracterizó al sistema de castas en las colonias españolas. Actualmente, estas referencias pueden oscilar entre la referencia a la etnicidad mestiza o criolla, a diferencia de Estados Unidos, donde predomina la noción de etnicidad blanca. En relación con el tecno-comercialismo, si bien ha habido un incremento de las tendencias libertarias en la región hispanoamericana, si se compara con la presencia hegemónica de Estados Unidos en esta área, es más bien reducida. La manifestación de estas tendencias son las que tienen una mayor tendencia a institucionalizarse y a estar visibles en los medios masivos, sobre todo en plataformas digitales, pero el desarrollo en la región de algo similar a Silicon Valley es más bien distante. Además de las diferencias culturales que están asociadas a los grupos que componen la tricotomía neorreaccionaria es posible distinguir en cada corriente una desviación hacia la Catedral, que refleja la creciente tensión en los influjos de la tricotomía. La desviación de los teonomistas está asociada con las corrientes modernistas del cristianismo; en los etno-nacionalistas con las tendencias nacionalistas de izquierda; y en los tecno-comercialistas con libertarios y aceleracionistas de izquierda. La presencia de estas tensiones internas en las corrientes de la tricotomía, por una parte, reafirma la disputa activa que la Catedral tiene con ellas. Mientras que, por otra parte, vuelve necesario que, pese a la confluencia en la neorreacción, cada grupo dispute activamente su territorio de influencia.

Frente a la progresión actual de las dinámicas de la Modernidad a nivel mundial, Land (2013a) especula en torno a la derivación hacia tres posibles escenarios, no necesariamente excluyentes entre sí. El primero de ellos, es la configuración de una “Modernidad 2.0” que desplaza el desarrollo de la Modernidad hacia otros centros etno-geográficos, fundamentalmente China. El segundo es el avance de la “Postmodernidad”, lo que significa el posicionamiento global de la Catedral. Mientras que el tercero es el “Renacimiento occidental”, que exige el colapso definitivo de las sociedades dominadas por la Catedral, que luego resurgirían de las cenizas. En el caso de Hispanoamérica, la opción más alejada en estos momentos es la “Modernidad 2.0”, pareciera ser que la dependencia de los procesos de Occidente integra a la región en la diseminación de la Catedral, lo que nos acerca evaluar el potencial de la región para desarrollar un Renacimiento. La opción de un “Renacimiento de Occidente” en Hispanoamérica, que desplace a la teocracia democrático-igualitarista, está fundada en el potencial neorreacionario del catolicismo que es identificado por Laliberte, potencial que solo puede ser alcanzado al tocar fondo: “La cristiandad, y con lo que me refiero específicamente a una superestructura católica, solo puede ser capaz de levantarse nuevamente luego de un colapso” (Laliberte, 2013, p. 42). Sin embargo, pese a que el Renacimiento es una alternativa efectiva, consideramos que el trabajo para generar las condiciones de una “Restauración Meiji”[6] debería tenerse como un proyecto de primer orden en el horizonte cercano de los países hispanoamericanos.

Para finalizar, la posibilidad de extender los planteamientos de la NRx hacia Hispanoamérica es debido a su condición paraoccidental, no a pesar de esta. El vínculo histórico que tienen los procesos paraoccidentales con los occidentales extiende la influencia de la Catedral, que se manifiesta por medio de adaptaciones del complejo académico-mediático que Moldbug identifica en los Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, lo establecido por Laliberte en torno al potencial neorreaccionario de la religión católica, permite establecer que las perspectivas de desarrollo de la NRx en Hispanoamérica pueden incluso superar a las que tienen lugar actualmente en Occidente. Sobre los grupos teonomistas, etno-nacionalistas y tecno-comercialistas que confluyen en la neorreacción, resulta necesario profundizar más en los alcances que tienen en cada país hispanoamericano. La razón de esto es que, si bien puede haber proyecciones generales a la situación de los grupos de la tricotomía en la región, solo una mirada adaptada a las realidades especificas en las que se desenvuelven permitirá generar conclusiones adecuadas. En relación con el potencial mundial que tiene la diseminación de la Catedral, resulta conveniente no perder la trazabilidad de su posible configuración en nuevas regiones étnico-geográficas, sobre todo en los países del Este de Asia que son los que mejor han adaptado la Modernidad, lo que hace posible la replicación de procesos desarrollados hasta ahora en Occidente y Paraoccidente.


Bibliografía:

Land, N. (2013a). The Idea of Neoreaction. Recuperado de http://www.xenosystems.net/the-idea-of-neoreaction/

Land, N. (2013b). The Dark Enlightenment. Recuperado de https://www.thedarkenlightenment.com/the-dark-enlightenment-by-nick-land/

Land, N. (2013c). Trichotomy. Recuperado de: http://www.xenosystems.net/trichotomy/

Land, N. (2014). NRx with Chinese Characteristics. Recuperado de http://www.xenosystems.net/nrx-with-chinese-characteristics/

Laliberte, B. (2013). What is Neoreaction – Ideology, Social-Historical Evolution, and the Phenomena of Civilization. Amazon Digital Services

Laliberte, B. (2014). A Comprehensive Introduction to Cathedralism, Part 1. Recuperado de http://archive.is/pRZ2d#selection-395.0-395.52

Moldbug, M. (2008). An Open Letter to Open-Minded Progressives. Chapter 3: The Jacobite History of the World. Recuperado de: https://www.unqualified-reservations.org/2008/05/ol3-jacobite-history-of-world/

Moldbug, M. (2009). A Gentle Introduction to Unqualified Reservations. Recuperado de https://www.unqualified-reservations.org/2009/01/gentle-introduction-to-unqualified/


[1] Debido a esta posición crítica hacia la Ilustración, el movimiento ha sido denominado por sus detractores como “Dark Enlightenment” (“Ilustración Oscura”).

[2] La condición paraoccidental es la situación de determinadas sociedades al margen del eje de Occidente, que en la primea mitad del siglo pasado se desplazó definitivamente de Europa a Estados Unidos, pero que están ligadas fuertemente a la progresión histórica de occidental. Esta condición puede ser aplicable regiones como Latinoamérica/Hispanoamérica, zonas de Europa Oriental y Filipinas.

[3] Hemos optado por utilizar el término Hispanoamérica en lugar de Latinoamérica (que agrupa indistintamente según un criterio lingüístico a los países americanos de habla española, portuguesa y francesa), porque permite englobar un conjunto de sociedades que poseen una progresión histórica común, la que puede ser trazada desde el tiempo de la colonia. Si bien el concepto Hispanoamérica excluye a Brasil, país que comparte diversos elementos con los países hispanoamericanos, creemos que la revisión de los planteamientos de la neorreacción en función de esta nación corresponde a un trabajo aparte.

[4] En el artículo de Óscar Enríquez, publicado en la edición n°4 de la revista, podemos encontrar una aproximación al influjo whig en la conformación de la modernidad liberal. Revisar en https://revistaentrelineas.cl/2019/12/16/la-ideologia-que-deviene-en-dogma-los-derechos-humanos-como-montaje-historico/

[5] Esta permite vincular la Catedral con los aparatos ideológicos del Estado identificados por Althusser, a los que podríamos añadir aparatos interestatales (por ejemplo, organizaciones no gubernamentales) y supraestatales (por ejemplo, organismos internacionales). Revisar en Althusser, L. (1988). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan. Buenos Aires: Nueva Visión. Recuperado de https://perio.unlp.edu.ar/teorias2/textos/m3/althusser.pdf

[6] El proceso de modernización de Japón a partir de la segunda mitad del siglo XIX es el mejor ejemplo de puesta en marcha de un proyecto nacional que alcanza las condiciones necesarias para evitar la dependencia. Los ejemplos exitosos de meijificación están limitados al este de Asia, entre los cuáles, además de Japón y China, destacan Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Singapur y, en cierta medida, Malasia.

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