Secesión del Estado-Nación: «El devenir etnonacionalista dentro del Movimiento autonomista mapuche»

Matías Durán Cabrera

“Los problemas de la nación mapuche en Chile sólo pueden ser resueltos por nosotros. No será gracias a un decreto o una ley constitucional o una concesión del Parlamento que los mapuches nos convertiremos en un pueblo o nación. Lo seremos en medida que lo creamos, que seamos capaces de forjar una identidad nacional y estemos dispuestos a luchar por autodeterminarnos […]”.

Pedro Cayuqueo y Rodrigo Marilaf, Periódico Azkintuwe 2006.

Todo pareciera indicar que existe una disputa dentro del Movimiento Autonomista Mapuche, en relación con la forma en que debe ser ejecutada la liberación nacional del “pueblo mapuche”, dentro de la coyuntura del “conflicto mapuche”[1]. Por un lado, está la posición de académicos mapuches que propugnan una autonomía y autodeterminación de aquel pueblo —quienes optan por un estado de plurinacionalidad dentro del Estado de Chile— y, por otro lado, está la posición de académicos mapuches que propugnan un reconocimiento y separación etnonacional del grupo étnico en cuestión, donde está incluida la idea de un autogobierno independiente. En este texto, nos concentraremos en la segunda tendencia, que es la que ha tenido mayor notoriedad pública y la que ha demostrado también tener más voluntad de acción para cumplir con sus objetivos, los que podrían llevar a este movimiento a la concreción de un proyecto etnonacional. Nuestro objetivo principal es indicar qué organizaciones tienen esta postura, cuáles son sus posibilidades de llevar esto a cabo de forma efectiva y cuáles serían las consecuencias de esto.

Entenderemos como “autonomismo” ─marxismo autónomo o marxismo autonomista─ a la corriente de izquierdas que agrupa una serie de teorías y movimientos sociales antiautoritarios y en algunos casos libertarios (Katsiaficas, 2006, Cuninghame, 2010) surgida en Italia hacia finales de la década de 1960, época en que fue denominada “comunismo obrerista”, por el desprendimiento que hubo entre el Partido Comunista Italiano y los principales sindicatos de obreros de ese país, quienes buscaron una mayor autonomía en relación con los comunistas italianos. Más tarde, a esta corriente se integraron tendencias post-marxistas y anarquistas con el influjo de los situacionistas luego de Mayo del 68’, y los fracasos de la extrema izquierda italiana y alemana hacia finales de los años setenta, sumando también nociones cercanas al marxismo libertario. Georgy Katsiaficas resume las formas de los autonomistas (y de los movimientos autónomos) indicando que:

“[…] en contraste a las decisiones centralizadas y las estructuras jerárquicas de poder de las instituciones modernas, los movimientos sociales autónomos involucran a las personas directamente en las decisiones afectando su vida cotidiana. Buscan expandir la democracia y ayudar a los individuos a liberarse de las estructuras políticas y los patrones de comportamiento impuestos de forma externa”.

En definitiva, aquello implica un llamado a la independencia de los movimientos sociales de los partidos políticos, en una perspectiva revolucionaria que busca crear una alternativa política práctica, opuesta tanto al socialismo autoritario como a las democracias representativas contemporáneas con una lógica concentrada en la revolución dentro de la cotidianidad, y de oposición a cualquier forma de dominación o representatividad. Esto se traduce, no en experiencias nacionales como el patriotismo o el chauvinismo, sino en la solidaridad de las “luchas internacionales” de los “pueblos”, el “autogobierno” y la “autodeterminación” en lugar de patrones de jerarquía de dominación/dominado, “horizontalidad” en lugar de “verticalidad”, igualitarismo en lugar de racismo, “cooperación” en lugar de competencia, entre otras cosas.

Bajo esta lógica, las ideas autonomistas cobran especial relevancia en tanto el sentido que se le da a las “Luchas de Liberación Nacional” y las luchas por la descolonización y decolonización del Tercer Mundo[2]. En este contexto de internacionalización de las luchas de liberación y una creciente globalización, que ha hecho más fácil el contacto entre experiencias como, por ejemplo, la de los vascos y los catalanes en España con la de los mapuches, los autonomistas mapuches han aprovechado para reivindicar y demandar a partir de este pueblo indígena, que se encuentra en una posición de emancipación respecto del Estado chileno y argentino.

Actualmente, el Movimiento Autonomista Mapuche se encuentra en proceso de construcción, consolidación y expansión de una identidad nacional basada en la identidad étnica, al menos desde comienzos de 1990, según el abogado e investigador Ignacio Barrientos, quien se especializa en materias relacionadas con los derechos humanos y los estudios amerindios. Asimismo, existe un planteamiento autonomista dentro del mismo que persigue la reconstrucción y reconocimiento del territorio y costumbres mapuches (Barrientos, 2005). De acuerdo con Rolf Foerster, existe un tránsito hacia lo etnonacional que puede observarse en: [1] las demandas de los mapuches a ser reconocidos como “pueblo”, [2] las demandas de autonomía, [3] la emergencia de una intelectualidad mapuche etnonacionalista y [4] la aparición de sentimientos nacionalistas. Este proceso de construcción nacional puede conllevar tres etapas  que, de acuerdo con Paul Brass, abarcan; primero, una comunidad étnica que demanda protección para sus manifestaciones culturales, entre ellas la lengua[3]. Segundo, una nación potencial que demanda derechos sociales, económicos y políticos para los miembros del grupo o para el grupo como un todo. Las demandas pueden pretender derechos y oportunidades civiles, educacionales y políticas o el reconocimiento de la existencia corporativa del grupo como un cuerpo político o nacionalidad. Y tercero, en la medida que el grupo tenga éxito por sí mismo en el logro y mantenimiento de derechos de grupo a través de la acción y movilización política se constituye como una nacionalidad (Brass 1997). En la línea de lo expuesto por Brass, el “pueblo mapuche” se encontraría actualmente en la tercera etapa, sin excluir el influjo de las dos etapas previas.

Expondremos ahora qué organizaciones dentro del movimiento autonomista mapuche reivindican activamente una posición afín al etnonacionalismo. Para ello es oportuno señalar que el origen de ellas está en los años finales de la dictadura chilena, alcanzando “oficialidad” con la creación de la primera organización de este tipo. Aparece así en 1989 el “Consejo de Todas las Tierras” (CTT), grupo representado por el “huerquén”[4] Aucán Huilcamán, quien se negó a pactar con la Concertación de partidos por el No, en el Acuerdo de Nueva Imperial, y dividió, en una primera instancia, a quienes estaban de acuerdo con canalizar las demandas de autonomía de los mapuches con las nuevas autoridades de los gobiernos de transición. El objetivo principal del CTT era la recuperación de “tierras ancestrales” que fueron perdidas en el proceso denominado por la historiografía como Pacificación de la Araucanía (en la segunda mitad del siglo XIX). Desde sus inicios, el CTT ha reivindicado la autonomía del pueblo mapuche, han tratado de rescatar su cultura y lengua, así como sus tradiciones y formas típicas de organizarse. En la última década, han sumado elementos a sus demandas que perfilan un discurso de separación étnica y nacional del Estado chileno, al hacer énfasis en la necesidad de separarse del “dominio colonial” al que, según estas comunidades, fueron sometidas (Huilcamán, 2005).

Otra organización es el Partido Wallmapuwen, conformado en 2016 por organizaciones de estudiantes, intelectuales y otros integrantes de este movimiento, entre ellos Pedro Cayuqueo y Rodrigo Marilaf. El partido — sobre el cual no profundizaremos porque fue ilegalizado en 2017— tenía una posición nacionalista tendiente al elemento étnico, aunque en el partido nunca fue incluido el factor separatista. También está la Coordinadora de Comunidades en Conflicto Arauco-Malleco (o Coordinadora Arauco-Malleco, abreviada CAM), guerrilla de extrema izquierda creada en 1998 con el objetivo de recuperar estas “tierras ancestrales” —conforme su postura, son propiedad de quienes consideran “huinca”, es decir, gente distinta a ellos (mapuches)— , por medio de acciones violentas como quemas de galpones, máquinas, entre otras cosas. Si bien por sus acciones y declaraciones oficiales hechas por su vocero, Héctor Llaitul, la CAM es una organización etnonacionalista mapuche, descartaremos su incorporación dentro del análisis que haremos sobre esta postura[5], por lo que, nos concentraremos en el análisis del CTT por medio de la revisión de declaraciones hechas por su líder, Aucán Huilcamán.

Si bien el Consejo de Todas las Tierras no se ha definido explícitamente como un movimiento etnonacionalista o separatista, ya desde 2005 la organización representada por Huilcamán mostraba señales de tender hacia ello. En una entrevista a un medio argentino, el huerquén del CTT aseguró estar en la búsqueda de una nueva Constitución y un autogobierno para los pueblos originarios de Chile, país al que definió de “racista y clasista”. Aunque sin dar muchos detalles sobre cómo ni en que territorios específicos. En 2013 declaró a medios chilenos que en los próximos cinco años formarían un “autogobierno” mapuche. Sobre el tema de la representatividad que tendría esta acción, Huilcamán es claro y consignó que “no todas las organizaciones mapuches están pensando en la autodeterminación […] pero la autodeterminación para los mapuches es un interés supremo. El que se oponga a ella es un ignorante”. Huilcamán también hace una aclaración sobre el carácter de esta posición:

“Evidentemente que para ser ‘autodeterminacionista’ se requiere ser una persona ilustrada, con capacidad, con conocimiento […] Para el autogobierno se necesita voluntad colectiva, en definitiva, un conjunto de mapuches que diga ‘vamos a construir un gobierno’ y es en lo que estamos trabajando […] necesitamos una dotación o contingente mapuche con capacidad y mentalidad de gobernantes, cuando digo capacidad es porque la persona ha sido sometida a una preparación para ser gobernante […]”

Con aquella declaración, se deja en claro que la intención del CTT es crear un gobierno, al aprovechar el influjo de sentimientos nacionalistas presentes en esta etnia, para hacer un movimiento nacionalista conformado por una élite preparada que impregne a las masas de esta idea. Tales demandas de autonomía y autogobierno por parte del CTT pasaron a ser separatismo en 2018, cuando Huilcamán manifestó a medios chilenos su intención de formar un gobierno mapuche independiente a Chile (Bustos, 2018). Esto fue explicitado tras la escalada de violencia en el “conflicto mapuche” con el asesinato de Camilo Catrillanca, momento en que la posición etnonacionalista se volvió explícita a nivel discursivo en esta organización, cuando Huilcamán exigió: “[…] el cese del ingreso de personas no mapuche a territorio mapuche. Exigiremos una consulta para impedir el ingreso de personas foráneas en regiones que habitan mapuches”. Con estas palabras se hace explícita la intención de convertir las reivindicaciones que tenían sobre el pueblo mapuche en demandas de separatismo basado en la creación de un etno-estado.

Ahora bien, esta parte del movimiento autonomista mapuche para la concreción de un proyecto etnonacional en Chile están enfrentados a numerosas limitaciones, tanto ideológicas como operacionales. En primer lugar, como indica el autor Sergio Aldunate, la posición de los autonomistas, que ha tendido hacia el nacionalismo étnico, no resuelve la forma en que se llevará a cabo la “liberación nacional” del pueblo mapuche, lo que enfrenta  esta posición a una interpretación fanoniana[6] del fenómeno. Aldunate expone que las posturas de autores de la línea nacionalista no han tomado en cuenta experiencias latinoamericanas sobre el proceso de descolonización de los “pueblos”, concentrándose en una visión herderiana y “europea” del pueblo mapuche (Aldunate, 2015). Sin embargo, Huilcamán es claro en este aspecto al indicar que la intención de su grupo y los que representa, no está alineada en esa dirección. Aquello se debe a que, según Huilcamán, llevar a cabo la separación a través de la negociación con los colonizadores es una pérdida de la autonomía.  Por lo tanto, sería preferible una secesión que cuente con el reconocimiento internacional de otros Estados, incluido el Estado de Chile, sin llevar a cabo una descolonización con la participación de Chile, sino una separación directamente.

En segundo lugar, sobre el tema de la etnicidad y el territorio, no hay claridad sobre quiénes son mapuche y qué territorio habitan o habitarían, lo que se vuelve más crítico si consideramos que la mayor parte de los mapuches viven en Santiago, y no en La Araucanía, región en la que tampoco son mayoría étnica[7]. Tampoco hay claridad sobre que territorios ocuparía un eventual Gobierno independiente mapuche. En algunas declaraciones del vocero del CTT, se dan nociones de que podría abarcar desde el río Biobío hasta la ciudad de Puerto Montt, lo que incluiría a la isla de Chiloé. De la misma forma, no existe claridad sobre las bases en las cuales se legitimará esta demanda, si es que se fomentará la inmigración de “mapuches” a localidades donde no son mayoría o si se exigirá un éxodo de chilenos de localidades dentro de ese territorio[8]; tampoco especifican el tipo de relación que tendrían con los chilenos que habitan estos territorios y con las autoridades de aquellas localidades.

Ante todas las dudas sobre la aplicación de un posible proyecto etnonacional en Chile, de todas formas, existe un proceso en curso, sobre el cual Foerster advierte que, frente al desarrollo del mismo, una de las alternativas para resolverlo sin grandes problemas es evitar el mayor desarrollo del etnonacionalismo y su tránsito hacia la fase de consolidación masiva del mismo. Sobre el impacto que puede tener en la sociedad chilena este discurso y acción etnonacional mapuche, Barrientos indica que la apuesta de este sector, integrado por dirigentes e intelectuales con visión global y de largo plazo, por la construcción de una identidad nacional puede tener impacto sobre la estabilidad o gobernabilidad política. Pese a las proyecciones optimistas que auguran la atenuación del conflicto gracias a la acción estatal, el autor, adelantándose a la actualidad, agrega que nada asegura que este desaparecerá.

Barrientos augura también la complejidad de lo que implicaría la concreción de las intenciones de esta parte del movimiento autonomista: “Los procesos de construcción nacional son de difícil desactivación pues, por lo general, aunque pueda atravesar periodos de remisión, en la medida que no solo mira hacia el interior de la sociedad, sino que actúan estimulados por las experiencias de otros pueblos, continúan por mucho tiempo intentando captar la adhesión de las masas populares. En este orden de cosas, una de las estrategias a la mano de los dirigentes indígenas es acentuar la idea de conflicto interétnico en el que las distintas identidades permanecen en estado de alerta. Un panorama poco prometedor teniendo en cuenta la incapacidad del Estado para responder equilibradamente a las demandas que dicho escenario planteará” (Barrientos, 2019, p. 20).

En definitiva, existe una parte del movimiento autonomista mapuche que optó por aprovechar esta nación potencial que es el “pueblo mapuche” que se encuentra en fase de creación de su identidad nacional, para perfilar una identidad basada en lo étnico para la posterior conformación de una nación independiente a la chilena. Esto implica una serie de desafíos tanto operacionales y políticos, los que han sido respondidos a completitud, parcialmente y en otras ocasiones de forma poco clara por las organizaciones que sostienen estas ideas (principalmente el Consejo de Todas Las Tierras). Sin embargo, es un proceso que, por poco definido que esté, tiene un potencial que debería preocupar al Estado de Chile (organización política llamada a resguardar la integridad del territorio que rige), mismo que poco y nada ha hecho para enfrentarlo —cuando no ha sido causante por acción u omisión de mayor confusión al respecto— , así como  a los que se identifican con el “movimiento autonomista mapuche”, pues de avanzar en la dirección que está haciéndolo ahora, se llegará a un complejo proceso de secesión en las zonas reclamadas por la teoría del “etno-estado mapuche”.

Por último, mantenemos la cada vez más urgente necesidad de aclarar y/o actualizar conceptos tales como como la chilenidad, y su supuesta oposición con la identidad ─¿raza, etnia, religión, sentimiento, sociedad?─ mapuche reivindicada por los movimientos aquí breve e incipientemente analizados.

Bibliografía

Albornoz, K., (12 de enero de 2019), “Mapuches exigen el impedir el ingreso de personas que no sean de esta etnia a la zona”. Radio Agricultura. Recuperado de: https://www.radioagricultura.cl/nacional/2019/01/12/mapuches-exigen-impedir-el-ingreso-de-personas-que-no-sean-de-esta-etnia-a-la-zona.html

Aldunate, S., (2015), Del etnonacionalismo a la nación viva: La conceptualización fanoniana del problema nacional en los intelectuales del Movimiento Mapuche. Cooperativa de Estudios Históricos y Ciencias Sociales, Cehysco. Revista Norte Histórico (n°3), 56-81.

Aylwin, J., (2005), Pueblos indígenas de Chile: Antecedentes históricos y situación actual. Instituto de Estudios Indígenas Universidad de La Frontera (n°1).

Barrientos, I., (2005), El tránsito de una identidad étnica a una identidad nacional ¿Nacionalismo indígena?. Periódico Azkintuwe, abril de 2005.

Bustos, A., (5 de mayo de 2018), Aucán Huilcamán: “Queremos formar un gobierno mapuche independiente de Chile”. Radio Universidad de Chile. Recuperado de: https://radio.uchile.cl/2018/07/05/aucan-huilcaman-queremos-formar-un-gobierno-mapuche-independiente-de-chile/

Cayuqueo, P., y Marilaf, R., (2006), Movimiento Autonomista Mapuche: Desafíos para avanzar. Periódico Azkintuwe, n°18, página 26.

CONADI, (2003), Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003 (Volumen III, Tomo I), Capítulo Quinto: Ley 19.253 sobre Fomento, Protección, Desarrollo de los Indígenas y la Política Indígena de los Gobiernos de la Concertación Recuperado desde: http://biblioteca.serindigena.org/libros_digitales/cvhynt/v_iii/t_i/v3_t1_informe_final_grupo_juridico-Title.html

Cuninghame, P., (2010), “Autonomism as a global social movement”. WorkingUSA: The Journal of Labor and Society. (n°13), 451-464.

Figueroa, N., (14 de enero de 2017), Aucán Huilcamán: “Este año tendremos un gobierno mapuche autónomo”. Radio Universidad de Chile. Recuperado desde: http://radio.uchile.cl/2017/01/11/aucan-huilcaman-este-ano-tendremos-un-gobierno-mapuche-autonomo/

Jaramillo, B., (14 de agosto de 2005), La guerra de Aucán Huilcamán. La Nación. Recuperado de: https://web.archive.org/web/20160801095840/http://www.lanacion.cl/prontus_noticias/site/artic/20050813/pags/20050813180615.html

Katsiaficas, G., (2006), “The Subversion of Politics: European Autonomous Social Movements and the Decolonization of Everyday Life”. AK Press.

Marimán, J., (1997), Movimiento Mapuche y Propuestas de Autonomía en la Década Post Dictadura. Proyecto de Documentación Ñuke Mapu. Recuperado desde: http://www.mapuche.info/mapuint/jmar4a.htm

Revista Nos, (mayo de 2013), Aucán Huilcamán: “Antes de cinco años formaremos un autogobierno”. Revista Nos. Recuperado desde: http://www.revistanos.cl/2013/05/aucan-huilcamanantes-de-cinco-anos-formaremos-un-autogobierno/

Valverde, C., (3 de abril de 2019), Aucán Huilcamán: “La historia de La Araucanía es un conjunto de mentiras pactadas por los chilenos”. Soy Temuco. Recuperado de: https://www.soychile.cl/Temuco/Sociedad/2019/04/03/589069/Aucan-Huilcaman-La-historia-de-La-Arauncania-es-un-conjunto-de-mentiras-pactadas-por-nuestros-vecinos-chilenos.aspx


[1] El “conflicto mapuche”, nombre con que se denomina actualmente al conflicto entre el pueblo mapuche y los estados de Chile y Argentina, es un problema de larga data que, en diferentes puntos de la historia del país, ha involucrado a las comunidades de pueblos “mapuches” (a partir del histórico grupo de los araucanos o reche, pero incluyendo a los emaprentados picunches y huilliches, entre otros) con Chile. Uno de los principales factores que influyen en el conflicto actual aparece con la primera acción de colonización activa y física por parte de la República liberal de Chile en el territorio araucano, con la Pacificación de la Araucanía, donde se ocuparon y entregaron tierras habitadas por araucanos a colonos chilenos o inmigrantes para uso agrícola. Salvo excepciones, la primera vez que este tema fue vuelto a tratar fue a finales del gobierno militar (1973-1990) y los posteriores gobiernos de transición. La Concertación trató de canalizar las demandas indígenas con poco éxito, lo que derivó en un conflicto entre los gobiernos chilenos y los integrantes del movimiento autonomista mapuche.

[2] Entiéndase como Tercer Mundo no solo a los países que emergieron de los antiguos imperios coloniales occidentales, sino también pueblos y naciones que llevaron o llevan adelante “luchas de liberación” dentro de estos mismos nuevos países tercermundistas, como los kurdos en Turquía y las demás naciones con población kurda (como Irak y Siria); y también a las etnias y pueblos que potencialmente son o podrían ser naciones, como los mapuches en el caso de Chile y Argentina o los indígenas de Chiapas en México.

[3] Algo que llama la atención en este aspecto es que no existe un uso público u oficial de la lengua mapuche. Incluso, como indica el autor Ignacio Barrientos, uno de los intentos de masificar las nuevas demandas al interior del pueblo mapuche, el Periódico Mapuche Azkintuwe, se edite mayormente en castellano.

[4] Huerquén (werkén, o werke) proviene del mapudungun werken, que significa “mensajero”. Es una autoridad tradicional del pueblo mapuche que cumple funciones de consejero o lonco, y suele ser el portavoz de su comunidad. En este caso, Aucán Huilcamán se proclama huerquén del Consejo de Todas las Tierras, que representa algunas de las comunidades mapuches del país.

[5] El análisis de la Coordinadora Arauco-Malleco, en tanto a organización guerrillera de extrema izquierda, será dejado para otro escrito; esto para poder profundizar en la praxis de esta estrategia revolucionaria, que difiere de la estrategia utilizada por el Consejo de Todas las Tierras.

[6] Con “fanoniana” nos referimos al autor Frantz Fanon, revolucionario, psiquiatra, filósofo y escritor de origen martiniqués, que ha influido en numerosos movimientos de liberación nacional anticolonialistas.

[7] Según el último censo, la población de mapuches en Chile corresponde al 9,9% de la población, que son 1.745.147 de personas. De esa cantidad, 614.881 viven en la región Metropolitana, superando incluso la población de la región de la Araucanía, donde viven unos 300.000 mapuches, solo un tercio de los casi 900.000 habitantes de dicha región.

[8] En la historia, este tipo de acontecimientos rara vez ocurre de forma pacífica, como lo fue la Nakba ─éxodo forzado de árabes palestinos del territorio que hoy ocupa el Estado de Israel─ el siglo pasado, o la Masacre de las Foibe, llevado adelante por el régimen de Tito en la hoy disuelta Yugoslavia que forzó el éxodo masivo de italianos de Istria y Dalmacia.

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