Miguel Ayuso: “En Chile no se destruye nada, pero no se construye nada”

En un contexto global marcado por la influencia de Estados Unidos y de otras potencias internacionales, el profesor Ayuso comenta su última obra y evalúa las posibilidades de un proyecto político en torno a la unidad de Hispanoamérica.

Miguel Ayuso, escritor español que posee decenas de obras sobre filosofía, política y religión, pertenece a un mundo que, si bien no tiene una representación orgánica en nuestro país, ni en otros del continente, existe independiente de las pautas de la política formal. Se trata del hispanismo, pensamiento que busca una comunión entre el mundo hispánico –que incluye a todos los países que formaron parte del Imperio español– bajo el estandarte de la tradición y el catolicismo, que se opone al nihilismo y a la decadencia moral de occidente.

El objetivo no es sencillo, si se considera la influencia de actores externos en América —principalmente los Estados Unidos— y un orden global cada vez más complejo, con una China que progresivamente expande sus influencias ya no solo mediante el comercio, y una influencia rusa silenciosa que podría ser el nuevo actor relevante de la región.

“Esto es un tema de David contra Goliat. Tenemos unos medios humanos y materiales limitados… Lo que está claro es que, si no hacemos nada, pues el asunto solo se va a agravar… tenemos que ser coherentes en nuestra acción para intentar solucionar el problema”, comenta Ayuso.

El académico español estuvo de paso en Santiago el mes pasado para reunirse con amigos y seguidores, actividad que usualmente hace al visitar a Chile. Ayuso tiene una larga amistad con nuestro país. Desde 1996, al menos, ha visitado el país unas veinte veces.

Para mí es una satisfacción venir todos los años una semana. El carácter chileno tiene una ventaja; a diferencia de otros países vecinos, como Argentina, no es pugnaz, no está permanentemente en guerra.

– Eso lo contamos como ventaja, ¿pero qué desventajas tiene ese carácter?

Bueno tiene lo suyo negativo, que vendría siendo un poco el individualismo. Uno no se pelea con los otros, pero tampoco les hace caso. Uno va a lo suyo y ya. Yo siempre pongo el ejemplo de Argentina. Ellos son muy grupales y creativos. Tienden a montar grupos, revistas, movimientos; que luego, claro, con la tensión autodestructiva que tienen se aplican con el mismo entusiasmo y el mismo celo que han utilizado para levantar algo, a destruirlo una vez que lo han construido. Con Chile lo que pasa es que difícilmente se llega a construir. No se destruye nada, pero no se construye nada. Que no haya habido una revista católico-tradicionalista desde Tizona es muy significativo. Y que Tizona se haya producido en el momento en que se produjo y que luego, producido el golpe militar de 1973 se cerrara, es muy significativo. No está esa dimensión grupal que sí hay en otros países hispanoamericanos. Sobre esto, años después cuando tuve la oportunidad de hablar con uno de sus fundadores y le pregunté la razón de no haber continuado la revista, este respondió que luego del “11” ya no era necesario… ¡Pero si entonces era quizás aún más necesario![1]

– Profesor Ayuso, ¿podría darnos un panorama del hispanismo en el caso de Chile?

– En Chile hubo un momento dorado que es el del padre Osvaldo Lira y Jaime Eyzaguirre. Desde el punto de vista cultural fueron muy importantes, porque recuperaron la Hispanidad. Sin embargo, el padre, a mi juicio muy superior en términos generales, también tiene ciertas contaminaciones que son un poco de la época. Generacionalmente pertenece a una época —no solo él, sino una parte de los hispanistas de entonces— en que tienen debilidades fascistizantes, nacionalistas. Tenía también un punto de arbitrariedad. Si le caías bien, todo era bueno. Si le caías mal, pues no había salvación, aunque fuera un punto de discrepancia menor. Era un tipo genial, sin la menor duda. Pero luego de este momento dorado no hay nada. Ha desaparecido. Están, claro, los discípulos del padre Lira, numerosos y valiosos, sobre todo mi admirado Juan Antonio Widow, pero no ha habido una articulación. Eso desde el punto de vista cultural. En lo religioso la clave fue siempre, como en todo el mundo hispánico, la unidad católica. Lo que pasa es que se está fragmentando, en buena medida producto de la financiación y de un proyecto político articulado por los Estados Unidos e Israel.

– Ante esa realidad, ¿es viable un proyecto hispanista en la América contemporánea?

– Políticamente no, claro está. Porque en este momento, después de dos siglos, los Estados de Hispanoamérica están asentados. Hay algunos que dicen que no, que son Estados fallidos, pero España también ha sido un Estado fallido desde el siglo XIX. Políticamente, lo que cabe hacer es exclusivamente recordar siempre, —yo procuro hacerlo sin herir demasiadas susceptibilidades— que el asunto político es naturalmente el punto final. Pero entre tanto, lo que está claro es que la Hispanidad ha sido muy herida en el terreno cultural y religioso en América, aunque también en la España peninsular. En el terreno cultural porque, pasado cierto momento de emergencia de la Hispanidad, lo que se ha producido es lo contrario, un retroceso a merced del papel privilegiado que tienen los Estados Unidos. Entonces, desde el punto de vista cultural, ha habido un retroceso de la Hispanidad y por tanto siempre es bueno insistir en ello.

– ¿Qué se podría hacer para volver a acercar a España con Hispanoamérica y viceversa?

– España en estos momentos es peor que el mundo hispanoamericano en general. Está más europeizada, más desarrollada, y todo eso en general implica una apertura al liberalismo mayor que el que existe en América. En Hispanoamérica hay que distinguir países, unos en que la cesión al liberalismo es total en términos políticos, pero en términos populares lo es menos. Es el caso de México, por ejemplo, donde uno se encuentra verdaderamente con un país comprado por los Estados Unidos. Pero, incluso con pautas americanizadas, hay elementos que salvan la cosa. Con la veneración a la Virgen de Guadalupe, las tortillas de maíz, el picante o el tequila, el México genuino sobrevive. Ahí hay cuatro cosas que determinan que México sobrevive como eso. Luego hay otros países en que quizás se dé un poco menos, pero en todos quedan elementos de recuperación, y yo creo que se trata —con toda modestia— de ir tratando de usar el trabajo en red, que está tan de moda. Es bastante barato y sencillo montar redes de recuperación del pensamiento hispánico en todos los órdenes, desde el punto de vista del catolicismo tradicionalista, o mejor, tradicional, quiero decir; quitemos el «ismo» que siempre es antipático. Y también sobre la base de algunos elementos culturales y políticos. Yo he encontrado esto siempre en la Comunión Tradicionalista ¿Por qué? porque el carlismo no deja de ser una continuidad de la vieja España. En América, en cambio, con las guerras de secesión se perdió la monarquía, y la tradición política quedó reducida a puro ultramontanismo, en el mejor de los casos, cuando no a puro conservadurismo liberal. Hay que ser conscientes de todo ello. Pero siempre la bandera del carlismo y de la Comunión Tradicionalista, aunque pueda ser difícil verla trasladada a cada uno de los países hispanoamericanos, no deja de ser una bandera clara.

Una lucha de David contra Goliat

En un contexto de totalización del poder de las potencias globales, oponer una respuesta puede parecer como algo fútil e incluso sin sentido. Pero acciones mínimas con la suficiente convicción pueden suponer grandes avances para balancear las fuerzas, por más que la realidad parezca abrumadora o que la existencia de una alternativa sea imposible.

– ¿Cómo se puede hacer frente a la influencia estadounidense que hay en América? Y eso sumado a otros agentes que, si bien no están coordinados con Estados Unidos, tampoco son afines al resto de los países americanos, como Venezuela.

– Voy a empezar por el final. Venezuela es un país con elementos comunistas, pero la oposición es peor que el gobierno venezolano. Guaidó es un masón que se ha presentado con el mandil y, yo no quiero defender a Maduro, pero desde luego no comparto la manía del mundo conservador, al servicio de los Estados Unidos, y pienso también en muchos que se hacen pasar por “tradicionalistas” o “contrarrevolucionarios”, que siguen hablando y actuando como si el comunismo nunca hubiera realmente desaparecido y como si fuese realmente el enemigo del presente. El enemigo siempre ha sido el liberalismo, el comunismo no es más que una derivación —no en línea recta, quizá en derivación dialéctica— del liberalismo. No me hablen de marxismo cultural, que no es más que liberalismo radicalizado. Por eso la revolución de mayo del 68 demostró que los comunistas se hacían liberales. Los que siguieron a Gramsci, Althusser, Marcuse, todos estos autores llamados neomarxistas, lo que son es liberales. El viejo comunismo ya no existe. En España, por ejemplo, Podemos es un partido postcomunista. Son partidos nihilistas que van en contra de toda moral. Ahora, sobre el resto de la pregunta, Estados Unidos es una potencia mundial y el resto de los países están girando sobre su órbita, porque básicamente son colonias. Los países europeos son colonias americanas desde los años cuarenta, después de la Segunda Guerra Mundial. Hablando de política, me parece que esto es un tema de David contra Goliat. Tenemos unos medios humanos y materiales limitados, y Estados Unidos es una gran potencia. Lo que está claro es que si no hacemos nada, pues el asunto solo se va a agravar. Si nosotros hacemos algo puede que no consigamos nada, pero si nos damos cuenta de que hay un problema y somos conscientes de él, nuestra obligación es ser coherentes en nuestro actuar para intentar resolverlo. Yo siempre pongo el ejemplo de que los milagros nunca son ex nihilo. Estos siempre parten de una base material. En la multiplicación de los panes y los peces come una multitud ingente. Sí, pero había allí un muchacho que tenía cinco panes y dos peces. Nuestro Señor no crea de la nada la comida para 5.000 personas, lo hace a partir de algo. No conocemos los resultados de nuestras acciones, o de quien sean, que honradamente pueden ser minúsculas, pero que en la concepción de la Providencia Divina pueden estar ligados a resultados de otro tipo. En todo caso, de lo que no podemos eximirnos es de nuestra responsabilidad de hacer lo que es nuestra obligación. Si nosotros vemos donde está la verdad, pues tenemos que defenderla, tenemos que predicarla y combatir a sus enemigos. Aunque haya una cierta desproporción de fuerzas.

– ¿Qué podemos hacer entonces para enfrentar esta realidad y defender la verdad?

– Hay que lograr que mucha gente adquiera conciencia de los problemas, porque hay muchos que realmente no la tienen. Los conservadores, por ejemplo, viven en un mundo confortable, donde no se sienten particularmente inquietados. Eso les lleva a no reflexionar, a no darse cuenta cuál es el problema de ser conservador, de cómo son ellos los que en realidad asientan la revolución. Solamente allí donde el conservadurismo logra triunfar es donde la revolución se va asentando, estabilizando y finalmente desarrollando. Hoy todo es mucho más difícil, no solamente porque hay una potencia mundial como los Estados Unidos, o porque los Estados claudicantes se encuentran bajo su órbita. Es porque la iglesia Católica, sus hombres, está desnortada. Yo, honradamente, hay veces que creo que ya no saben qué hacer. Que ya es un problema sobre todo de impotencia, no solamente de ideas equivocadas en muchos órdenes o defectos que podemos ver. No. Es de impotencia. Creo que hay veces en que quisieran hacer algo, pero no saben qué.

El alma imperial contra Leviatán

Hay similitudes reveladoras entre la Hispanidad y Rusia. En diferentes momentos de la Historia, la monarquía hispánica y la rusa funcionaron como sociedades basadas en la tradición y la religión, a diferencia del Occidente ateo y/o gnóstico. 

– ¿Usted cree que acercarse a Rusia, o considerarlos como aliados, podría ser viable tanto cultural como políticamente?

– Ahí hay muchos problemas, el primero de ellos, la multipolaridad. Yo creo que la bipolaridad acaba con la Guerra Fría, y ahí se asienta una unipolaridad que son los Estados Unidos. Ahora esa monopolaridad se está destruyendo. El hecho de que haya una multipolaridad, desde luego implica una defensa frente al americanismo. Por lo que yo creo que la multipolaridad es, en ese sentido, algo bueno. Pero con la multipolaridad viene China, que es una civilización opaca para nosotros; no podemos comprender lo que hay en el fondo del alma china. Por lo tanto, una multipolaridad que gire en torno de China me parece preocupante, porque por lo menos a los gringos ya los conocemos. Sabemos que son infantiles, histriónicos, pero los chinos… Por el otro lado, Rusia es un problema diferente. Es un viejo país cristiano que fue cismático desde el siglo XI. Ahora bien, Rusia tiene un punto de conexión con el mundo hispánico. Y es que Rusia nunca fue un Estado; siempre fue una monarquía, un Imperio. La palabra Imperio procuro usarla dosificadamente, porque prefiero el término Monarquía Católica que es el término técnico para referirse a la monarquía hispánica, pero está claro que esa monarquía no era estatal, era una multiplicidad de territorios que tenían sus propias instituciones y que lo que tenían en común era la fidelidad al mismo Rey y al mismo Dios. Entonces, esos son los elementos unitivos que hay entre Rusia y la Hispanidad. Rusia también tiene un ethos imperial, no uno estatal. Por eso Rusia choca con Europa. Dostoievski lo tiene explicado en sus diarios muy claramente. Creo también que Rusia en este momento aparece como una potencia conservadora. Es claro que cuando Putin se refiere a muchos temas lo hace de una manera muy imprecisa, que en el fondo es dialéctica respecto del liberalismo occidental, como cuando dice, por ejemplo, respecto del mundo homosexual, que no hay ningún tipo de discriminación. Ahí está usando el lenguaje dominante. Pero, cuando a continuación dice que no vamos a permitir que esto se defienda, se propague, se publicite, se impulse, se anime, está diciendo algo que es de sentido común. Rusia, con todos sus defectos, está en este momento actuando como una potencia conservadora del orden moral.

– Me gustaría volver al tema de China, que es un país liberal y comunista. Nos queda claro que es una cultura opaca respecto a la nuestra.

– No soy experto en la cultura china, pero nos cuesta penetrar en las raíces últimas de esa cultura. Con Rusia no, ahí en el fondo tienen al alma cristiana, un alma imperial y también hay algo un poco oriental; su alma es más colectiva, fatalista, menos racional. Hay que tener en cuenta que eso es así también desde el ángulo eclesiástico, porque ellos se quedan exclusivamente con los siete primeros concilios, importantes, ecuménicos; más menos hasta el año 1000, que son concilios cristológicos o trinitarios. Y el gran concilio donde se plantea la teología de la relación del hombre con Dios, de la libertad, de la gracia, es el de Trento, destilado de la Escolástica, de la que los cismáticos orientales carecen, particularmente la de Santo Tomás. Se quedan en la liturgia, la devoción a la Virgen y en los concilios trinitarios y cristológicos. Entonces, el alma rusa si podemos comprenderla, ¿pero el alma china?

A río revuelto, más vale mantenerse firme

La idea de generar alianzas y comuniones entre diferentes ideologías, credos y sistemas de pensamiento, teniendo en mente el caótico panorama político global, puede parecer atractiva cuando ya no queda mucho más de lo que afirmarse. Pero Ayuso advierte que es mejor mantener el camino del trabajo que se ha hecho en una línea.

– ¿Sería una opción, para enfrentar al nihilismo, una alianza ecumenista entre toda la disidencia? Quizás con los ortodoxos, los mahometanos, los protestantes, los euroescépticos, por una cosa táctica y de contingencia.

– Bueno las cosas tácticas y de contingencia se analizan en el momento en que se dan. Yo en principio, creo que ese tipo de coyundas son más bien contra la naturaleza. Ahí terminan emergiendo muchos problemas. Rusia es un tema diferente, porque es el filioque, y por lo tanto una evolución diferente. El mundo protestante es otra cosa. Es la destrucción de la inteligencia de las cosas, de la Cristiandad y su sustitución por la gnosis racionalista. Resulta más difícil. Podríamos decir que son opciones, sí. Pero son opciones ideológicas. Yo creo que es mejor seguir predicando en el desierto, con la doctrina católica tradicional y subrayando los problemas de este tiempo y no entrar en alianzas que a la larga han demostrado, casi siempre, ser desastrosas. Pero eso tendría que ser un análisis circunstancial, en cada caso, para ver hasta qué punto eso se puede justificar. Y dependerá de los países, de las alianzas, de muchas cosas.

– ¿Podría contarnos sobre su último libro «La Hispanidad como Problema”?

– De partida, la idea del libro no es fácilmente comprensible hoy. En Hispanoamérica no. Y en España probablemente tampoco. La idea del libro parte de una polémica que se dio en los años 40’ que se llamó «España como problema» o «España, sin problema». «España como problema» es el título de un libro que escribió un importante escritor falangista y revolucionario, llamado Pedro Laín, que quería distanciarse de la concepción historiográfica de Menéndez Pelayo, quien le dio el carácter católico al mundo hispánico —elemento sin el cual no es comprensible—. Entonces, Rafael Calvo Serer —señor del Opus que en esa época estaba del lado del tradicionalismo— replica a Laín «España, sin problema». Que es como decir España tiene problemas, pero no es “un problema».

– ¿Y a qué viene esta referencia histórica?

– Hago esa referencia de los años 40 para jugar con el tema de la Hispanidad. Esto implica subrayar una cosa que en general no se suele decir: que la Hispanidad es un término muy reciente. Este surge recién en los años 20 del siglo XX. Pero, ¿por qué la Hispanidad es un concepto que surge tan tarde, y por qué yo quiero problematizar la vieja polémica? Porque la Hispanidad es un concepto de sustitución de la Monarquía Católica. El problema está en que después de las Guerras de Independencia en América se produce la fractura de la monarquía. Y una vez que se ha fracturado, es muy difícil la reconstrucción política del mundo hispanoamericano. El último capítulo del libro trata de eso, el problema político de los católicos hispanoamericanos. Entonces, en el fondo, de lo que se trata es de recordar que la Hispanidad no es solo un contexto cultural, ni de bases religiosas, no es solo histórico, sino que tiene una base política. Esa base política no puede emerger durante mucho tiempo por la fractura que producen las independencias, y luego no puede recuperarse porque el nacionalismo hispanoamericano, en algunos países más que otros —en Argentina es verdaderamente exasperante el tema— no permite esa recuperación. Y esa es la idea del libro. Subrayar que la Hispanidad tiene una dimensión histórica, una dimensión religiosa, una cultural, pero también una dimensión política que, si bien no puede del todo emerger, si está presente.


[1] «Tizona» fue una revista católica de cultura hispánica y tradicional, influenciada por el sacerdote Osvaldo Lira y fundada por su discípulo, Juan Widow. Tuvo un primer período 1958-1959 y un segundo 1969-1973 (75 según otras fuentes). En este segundo período la revista fue activa en el combate académico-político contra la instauración del marxismo en Chile, propiciando bases intelectuales para el 11 de septiembre y parte de la teoría asumida por el Gobierno Militar en sus inicios, esto es, previo a la consolidación de gremialistas y neoliberales en el régimen.

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