Desde la nueva Edad Media
De peste y muerte fue la campanada que en otro tiempo advirtió a los hombres libres sobre el justo castigo por (per)verter sus corazones hacia tesoros del mundo antes que a los eternos. Un castigo que en general −salvo honrosas excepciones de ciertos pueblos y señores− hizo tránsito bajo banderas de profetas “ilustrados” y predicadores sofistas, que configuraron el parricida escenario del mundo moderno y sus horrores.
Desde entonces han sido entre siete a tres siglos −según lugar del mapa donde estemos− en los que, aunque mucho ha mejorado, no podemos sino reconocer que se trata de siglos en desertificación “progresista” de las almas por inanición trascendental.
Pero hay esperanza.
Hoy una nueva campanada de peste nos avisa lo irreversible del proceso que, a fines del siglo XX, autores sagaces detectaron: La modernidad terminará diluyéndose en una nueva y cibernética Edad Media. Esto, no implica un regreso automático al fondo que caracterizó a la original, sino más bien, que las formas del poder volverán a distribuirse en formas equivalentes a las que se conocieron durante aquel tiempo.
Reemplazo de la Pax americana por la multipolaridad geopolítica. Dispersión caótica de la soberanía que otrora se atribuían los Estados-nación. Gobierno central reducido a simulacro. Multinacionales superiores al conjunto de países en nuestra región. Comunicadores más influyentes que casi cualquier cuerpo diplomático. Proliferación de ejércitos privados y bandas terroristas. Invasiones de nuevos bárbaros que marchan promovidos por una autoridad supranacional. Cultos que hipnotizan y bestializan a legiones de incautos que de otro modo se ahogarían en la desesperación. Cenobitas digitales cuyo arte iniciático hoy vale más que industrializar. Iconoclastas e idolatras que abrogan de la cultura. Renovadas ordalías vía fanáticos tribunales populares. Vasallos rebeldes que saturan por doquier al monopolio del poder. Clanes de barrio alto o bajo que dominan con ley propia. Tiranos amigables en carreras sigilosas por implantar un nuevo control social. Caudillos locales que, invocando lo antiguo, prometen frenar dicha posibilidad. Y pequeños grupos obligados a estrechar esfuerzos si en tiempo tan convulso quieren preservar la verdadera libertad.
Inseguridad e inestabilidad creciente por la que el Reyno de Chile, en su largo invierno, ha sido un invitado privilegiado al torneo por sobrevivir. Ello solo será posible si antes captamos dónde, cómo y cuándo entró la corrupción en aquello que en otro tiempo sabiamente iluminó.
Y bienaventurados serán quienes, sin temor al odio del mundo, asuman dichosos la labor de restaurar tesoros desterrados y actualizar saberes proscritos (ocultos al bullicio estéril de los ególatras de siempre), precisos para ofrecer algo más que la nada o la barbarie.
He aquí el motivo para el libre y desinteresado esfuerzo con que buscamos aportar en la presente edición.
Nuestra temporada MMXX inicia con Daniela Carrasco, quien nos entrega la primera parte de una perspicaz intelección del culto feminista, indagando en la posición de este frente a la pornografía. El artículo desarrolla los planteamientos de brujas que la consideran una dañina forma de magia, demasiado oscura para convenir a sus ideales inmediatos, al punto de volverlas meros objetos de exhibición grotesca. Postura que se revela como herencia extrema de una genealogía que se origina en mujeres heréticas de raigambre puritana.
En otro plano, Alejandro Tapia ofrece la segunda entrega sobre la (in) trascendencia generacional. Desarrolla aquí la actitud desleal que Jaime Guzmán tuvo respecto al sacerdote que su madre le había asignado por maestro, confiando más en la calvinista prosperidad de ganancia bursátil que, en la doctrina cristiana de cuerpos sociales. Guzmán se hizo liberal y sentó las bases para el sistema político chileno, hoy moribundo. Pero no más moribundo que los frutos políticos (¿cuáles?) de otros discípulos del R.P. Lira, los que, una vez inaugurados los años de corte marcial, se retiraron prematuramente al claustro burgués de la tranquilidad.
También sobre corporativismo, Arturo Salazar sintetiza la razón de esta doctrina desde la catolicidad. Expone así la correspondencia histórica entre realidades naturales de los hombres y su proyección hacia el entramado político en imitación de la sociedad celeste. Tal fue el medio actualizado por el Magisterio Social a fin de enfrentar la apostasía liberal y la estatolatría moderna, hasta antes que nuevos vientos mundiales impusieran silencio al respecto, sin ofrecer desde entonces relevante producción con que superar cristianamente tanta contaminación y estancamiento.
Por último, Félix Rozas rinde homenaje póstumo a Sir Roger Scruton, fallecido el 12 de enero del presente. Destacado hombre de letras, cuyo humilde origen no le impidió alcanzar sitial de auténtico aristócrata, tras desarrollar académica carrera de permanente manifiesto en adhesión a la nobleza de espíritu. Representante del más puro tradicionalismo inglés y disidente por tanto del preponderante conservadurismo liberalizado, su palabra resultó así mucho más lúcida y autorizada que las de sus pares a la hora de embestir contra las bestias de la postmodernidad.
Conocedores de esto, bajo señal de cruz y espada, los instamos a recorrer este nuevo número Entre Líneas.
El Comité