Pensar la historia como organismo: la propuesta metodológica de Spengler

Por José Joaquín Durán

Si bien el contexto de producción de una obra está en directa relación con su escritura, no debemos limitarnos a considerarla sólo en función de su presente. Esto se debe a que las ideas contenidas en un texto pueden proyectarse mucho más allá de lo que incluso el autor puede esperar de su propia obra. Fue esto precisamente lo que vio José Ortega y Gasset en “La decadencia de Occidente”, quedando plasmada la impresión que tuvo al leer la obra de Spengler en el proemio de la edición en español. Para el filósofo español “La decadencia de Occidente” es ante todo una filosofía de la historia, que a diferencia de los intentos anteriores por explicar la historia por medio de lo no histórico –Hegel por medio de la dialéctica abstracta o Marx por medio de la economía- Spengler lo hace por medio de lo histórico24. Es así como Spengler se propone explicar lo histórico tomando los hechos como indicios y síntomas de una dimensión superficial por medio de los cuales es posible desentrañar el sentido del verdadero objeto de la historia que es la “cultura”25. En este punto, procederemos a adentrarnos de lleno en análisis de la obra “La decadencia de Occidente” con el objetivo de exponer los fundamentos de la metodología utilizada por Spengler.

Para poder comprender el método utilizado por Oswald Spengler para estudiar la historia, es necesario considerar ciertos elementos declarados por el mismo autor para describir su cometido en relación al trabajo desarrollado. Un primer elemento que salta a vista en el prólogo de la segunda edición alemana de su obra es cuando describe cual es la labor del pensador: “Un pensador es un hombre cuyo destino consiste en representar simbólicamente su tiempo por medio de sus intuiciones y conceptos personales. No puede elegir.”26 En esta cita destaca por una parte el carácter inevitable y categórico de las impresiones de Spengler, mientras que por otra parte resulta importante el lugar que el autor le asigna a la subjetividad para poder intuir cuales son los elementos decisivos para analizar.

El segundo punto que debemos destacar, también se encuentra presente en ese prólogo y constituye la declaración de principios del autor en cuanto quienes son los autores que representan el eje central de su obra. Es así como Spengler señala que son dos los personajes que utiliza como fundamento en su estudio de la historia, siendo el primero Goethe, que es de donde extrae el método; mientras que el segundo es Nietzsche, que es en base al que identifica los problemas27. Un tercer elemento que debemos destacar es el que podemos encontrar en el prólogo de la primera edición alemana, ya que es aquí donde Spengler señala que, si bien su texto trata sobre la filosofía general de la historia, es también un comentario de la que a su juicio es la gran época en que han tomado forma las ideas que componen su visión del panorama histórico28. Estos tres elementos expuestos nos sirven como un primer paso para el estudio de la propuesta teórica de este filósofo, permitiéndonos una aproximación por medio de lo que el autor declara sobre su obra.

En la obra “La decadencia de Occidente” su autor, el filósofo alemán Oswald Spengler comienza su exposición declarando un objetivo tan específico y monumental que ningún lector podría quedar indiferente. Esto se debe a que Spengler abre su narración con la convicción de “predecir la historia”, por lo que se propone vislumbrar el destino de la cultura occidental que es la única que existe hoy en su plenitud29. Esta interpretación responde a que al ser la historia humana un conjunto de enormes ciclos vitales ¿no es posible descubrir en ellos un destino inexorable que se mantiene, donde entre nacimiento y muerte, juventud y vejez se desarrolla la vida? En otras palabras, lo que se manifiesta como la “decadencia de occidente” es correspondiente a la “decadencia del mundo clásico” como muestra de un fenómeno que simboliza lo mismo30. En esta lógica, para poder examinar en qué medida es efectivo que la cultura se encuentra en un proceso de extinción es necesario verificar sus formas de manifestación en la realidad (sus expresiones culturales, políticas y sociales), y el significado que aquellas formas manifestadas poseen31. En síntesis, el estudio de “La decadencia de Occidente” es el estudio de la manifestación de una cultura y como esta atraviesa el proceso de todo organismo en cuanto poseedor de un ciclo vital.

Esto perfila en gran medida el estudio que es trabajado, al haber una clara delimitación de la propuesta formal del autor que tiene como elemento central el análisis de la cultura. De esta manera restándonos exponer los medios fijados por el autor para realizar su estudio sobre la dimensión orgánica de la cultura, señalamos que el método que es utilizado por Spengler es la “analogía”, siendo aquella la forma en que según él debe ser comprendido lo orgánico en cuanto a contraposición de las “leyes matemáticas”32. El lugar central que ocupa la analogía en la obra de Spengler como forma de legitimar su estudio de la cultura es lo que determina que la historia comparada sea uno elemento central en la exposición sobre los supuestos teóricos de la obra. Para desarrollar este método el autor establece que por medio de la homologación de los fenómenos posibles sería posible trazar entre dos hechos históricos una comparación que permita constatar que cada uno de ellos presenta la misma significación en su respectiva cultura33.

En cuanto al método de historia comparada propuesto por el autor, este destaca que ha sido siempre una forma de estudiar los hechos del pasado pero que se queda demasiado en lo superficial, por lo que se propone establecer las bases de una morfología de la historia universal34. El apelar al elemento orgánico y a la analogía como su forma de estudio en lugar de las leyes de la naturaleza, impregna la teoría de Spengler de un patrón profundamente alejado del cientificismo. Esto significa que su análisis del universo como historia contrapuesta al universo como naturaleza, requiere de ver los sucesos no en su dimensión superficial y ligada a una lógica de causa-efecto, sino que interpretar lo que estos significan35. En este punto podemos notar como adquiere relevancia la noción de pensador que articula Spengler en el prólogo de su obra, como sujeto que más allá de ejercer un entendimiento intelectual de los sucesos, los interpreta según lo intuido. Volvernos luego sobre el punto de la diferenciación entre el universo como naturaleza y como historia, debido a que en base a estos el autor articula la diferencia fundamental entre la cultura occidental y la clásica, la que será trabajada en profundidad más adelante.

Esta posibilidad de realizar una “historia universal” entendida como morfología de la historia, surge para Spengler de una necesidad propia de la cultura occidental representar su imagen. Esto se debe a que para el autor la conciencia del devenir histórico de las otras culturas responde a su propia imagen autorrepresentada, donde la imagen correspondiente a cultura occidental es la una “historia universal”, que no debe entenderse como un princi- pio común para el resto de la humanidad36. Como hemos visto al conocer a grandes rasgos las implicancias de la filosofía de la historia, han existido muchos intentos de ordenar la historia para lograr condensar un metarrelato que integre los hechos según una coherencia común orientada a una totalidad, en Spengler esto no es diferente. El cuestiona-miento del autor al referirse a la valoración que se le ha dado al sentido del devenir histórico, tiene que ver con que al momento de ser examinados los distintos organismos hay una aceptación de un ciclo vital que implica un ritmo, una forma y un tiempo de existencia delimitado; situación que al analizar la historia humana se realiza con un optimismo carente de conciencia de la realidad37. De esta manera el autor sentencia que no existe una humanidad en relación a su forma de entender la historia, lo que si existen son culturas con sus etapas específicas de expresión en que nacen, viven y mueren38. Esto permite fijar que el punto decisivo en el análisis de Spengler se encuentre en las etapas en las que se encuentran las distintas culturas según el momento en que se encuentren, y a partir de esos momentos condensados en etapas comunes será posible entrar desentrañar los elementos que conver- gen en la existencia de la cultura como fenómeno orgánico.

En vista que las culturas poseen un ciclo vital compuesto por etapas determinadas en su desarrollo, el sentido del texto adquiere relevancia en cuanto a la época en que es producida. Esa época es preciso aclarar que no corresponde a la temporalidad inmediata, siendo más bien el panorama observado por el autor al ver los sucesos de su presente como síntomas que permiten vislumbrar algo, pero estando el foco principal en estudiar la estructura morfológica (cita n°39) que se desarrolla entre el siglo XIX y el siglo XXI. Para emprender el estudio de esta estructura morfológica es preciso que sea establecido el medio a través del que será posible comprender el contenido denominado como morfológico. Esto nos lleva a exponer lo que para Spengler supone el estudio del fenómeno, un procedimiento que debe realizarse en base al contenido formal para indagar en el sentido simbólico, independiente del juicio valórico que pueda suscitar40. Habiendo llegado a este punto adquiere fuerza la etapa morfológica central que trabaja la obra: la decadencia de occidente. Para Spengler, esta etapa expuesta a la luz del sentido morfológico constituye un punto de inflexión en el desarrollo de la cultura que es la transformación en civilización, un destino inevitable que representa la imagen de Grecia como el alma y la de Roma como el intelecto41. Este devenir de la cultura como tránsito inevitable del ciclo de su existencia puede ser señalado sin ambages como el elemento central del método de Spengler, donde confluyen tanto la filosofía de la historia, la historia comparativa y la relación cultura- civilización.

En este paso de la cultura a la civilización cada forma de expresión cobra un sentido distinto, cambiando los símbolos expresados según el lugar que les corresponde en función de la etapa determinada. Para Spengler entre estos elementos de expresión, la filosofía se alza como uno de los aspectos centrales, remitiéndonos de este modo a la importancia de su obra en función de la etapa descrita, por lo que establece que la filosofía para constituir una disciplina acorde a su teoría debe renunciar a los conceptos universales y las verdades eternas que intenten ir más allá de su propia significación en cada cultura42. Para esto, el autor reconoce un tránsito de la filosofía que abarca tres etapas que son la sistemática, la ética y la escéptica; correspondiéndole a nuestra época la tercera etapa en que la realidad se constituye como símbolo, por lo que la morfología de la historia universal debe entenderse como simbólica universal43. En el texto será posible observar que el énfasis puesto sobre el símbolo cumple una función esencial para poner en práctica el método de la historia comparada, siendo interpretados los distintos “símbolos” de las culturas en función de los vínculos que permiten que estos representen una misma imagen.

LA CULTURA COMO OBJETO DEL ESTUDIO HISTÓRICO

En función de explicar aquello es que debemos señalar que, así como el autor presenta la dualidad entre el universo como historia y naturaleza, este realiza un ejercicio similar con una serie de conceptos entre los cuales existe un paralelo que remite a la división original entre historia y naturaleza. Es así como en su planteamiento metodológico Spengler en lugar de conceptualizar el análisis en base a la dualidad ser y devenir, establece la distinción efectuada por Goethe sobre la conciencia humana al señalar como elementos fundamentales de su teoría el producirse y el producto, estando el primero en la conciencia y el segundo con la conciencia44.

A partir de esta división surge la explicación que el autor le otorga al fundamento de la cultura, asignando a la dualidad producirse y producto, la correspondiente división entre alma –referida a lo posible– y mundo –referida a lo real– que corresponden a las dos dimensiones en las que el hombre aplica su entendimiento, sea en relación a la búsqueda de un conocimiento histórico o uno naturalista45. Esta dualidad entre lo posible y lo real en la distinción entre alma y mundo, es a partir de la que el Spengler establece las dos dimensiones de la cultura, donde una es la cultura posible –como idea de existencia- y la otra es la cultura real –como cuerpo de esa idea- siendo la historia la realización de esa cultura posible46. En las dos dimensiones de la cultura es donde la obra de Spengler adquiere su carácter irrevocable, sentenciando que, si bien la cultura posee una dimensión de lo posible, su estudio histórico debe remitirse a su realización.

La cultura como hemos visto es para Oswald Spengler un ente orgánico sujeto a los ciclos vitales que abarca una idea y la existencia efectiva de aquella idea, donde la manera de estudiarla es por medio de las formas simbólicas que esta cultura produce al manifestarse como idea realizada. Siguiendo los planteamientos de Goethe expuestos en su estudio de las plantas47, Spengler señala que la cultura es un protofenómeno, en cuanto a la distinción entre las plantas que llegan a su madurez, las que no la alcanzan y las que ni siquiera les es posible germinar, encerrando en esta visión la noción de lo posible y lo real48. Esta idea de la cultura como protofenómeno nos acerca a la aproximación del autor al problema de la génesis de la cultura como elemento central en el estudio de la historia, por lo que procede a caracterizar este proceso según lo establecido en las dualidades presentadas. Por esta razón para Spengler: “Una cultura nace cuando un alma grande despierta de su estado primario y se desprende del eterno infantilismo humano; cuando una forma surge de lo informe; cuando algo limitado y efímero emerge de lo ilimitado y perdurable”49. Habiéndose conocido los fundamentos de la formación de la cultura resta ahora exponer los elementos que permiten comprender el sentido que poseen sus procesos históricos.

En este punto llegamos a otra dualidad entre los fundamentos analíticos presentes en la teoría de Spengler que se suman a las anteriores distinciones entre historia y naturaleza, entre producirse y producto, y por último entre alma y mundo. Esta es la dualidad entre la idea del sino y el principio de causalidad que viene a ilustrar el sentido ante los que la conciencia humana interpreta los sucesos, donde el primero encierra la condición misteriosa que adquiere el devenir al ser representado como predestinación, destino o azar, mientras que el segundo alude al entendimiento del sentido en base a lo científico, lo materialista o lo mecánico50. Esta división entre los posibles sentidos del devenir hace posible según el autor de “La decadencia de Occidente” que cada cultura tenga su propia interpretación del sino que se encuentra determinada por su realización como cultura superior según la presencia de un alma especifica en cada una51. Por esta razón es en función de cómo se percibe el sentido de la existencia que será adquirido el símbolo primario que cada cultura tiene para su extensión en el espacio y el tiempo de su sino, un símbolo que puede representarse, pero nunca realizarse en su totalidad52. Según la interpretación de la cultura entidad orgánica que establece Spengler, esta realización del símbolo primario es la forma en que se explica el aspecto teleológico de su objeto de estudio, abarcando de esta manera la dimensión de la filosofía de la historia que encontramos en su obra.

Lo que ha sido expuesto hasta este punto son las distintas dimensiones que abarca la manifestación de la cultura en sí misma, pero las culturas no responden solamente a una autorrealización, ya que se encuentran rodeadas por organismos de su mismo tipo. Para Spengler, que el estudio de las culturas permita la formulación de una historia universal no sólo basta con conocer su ciclo vital, debiendo complementarse aquello con el análisis de las relaciones entre las culturas53. Como hemos visto, cada cultura tiene un alma que permite que sus formas de manifestación en la realidad tengan una significación determinada, surgiendo el problema cuando las formas de manifestación son compartidas entre dos o más culturas. Según lo establecido por Spengler, las significaciones que cada cultura posee no pueden ser transferidas, por lo que las relaciones entre las culturas se establecen según las formas y no el significado contenido en la forma, y son siempre en función de la cultura joven que extrae elementos de la cultura vieja según sus necesidades de manifestación54. Las implicancias de esta observación del autor en cuanto a las relaciones entre las culturas, permiten establecer que no hay una religión que unifique o un autor que establezca ideas comunes, sino que en ambos casos es relativo a la forma en que son integrados a cada cultura.

En relación a la forma en que se manifiesta la cultura, hemos visto los diferentes elementos que componen a la cultura como fenómeno, siendo establecido que su estudio debe ser desarrollado por medio del análisis de su ciclo vital y las relaciones producidas entre estos organismos. Pero para realizar el análisis de aquellas dimensiones de la manifestación de la cultura, es preciso reconocer cuales son los agentes que le permiten a la cultura desenvolverse como estructura orgánica. Para Spengler ha sido un error persistente concebir a los “pueblos” o “naciones” –en el sentido moderno de esos términos- como los actores fundamentales de la historia, lo que hay son hombres que poseen una sucesión corpórea entre padres e hijos vinculados por la sangre con una conciencia anímica común adscrita a un territorio, esto es lo que el autor concibe como “raza”55. Esta noción de raza no tiene nada que ver con el sentido netamente biológico que se le puede atribuir al término, estando ligada más bien a la identidad viva que según la cultura que se encuentre presente en un grupo de hombres. Es por esto que, así como las significaciones no son traspasadas de una cultura a otra, las razas no se van de un lugar hacia otro, los que emigran son hombres que pertenecían a una raza56.

Esto permite establecer que para Spengler el concepto legítimo de lo que es un “pueblo”, abarca la comunidad con la el hombre se encuentra en más íntima relación57. Para complementar el concepto anterior, el autor le atribuye una dimensión más a la noción de pueblo en cuanto a organización de un grupo de hombres, constituyendo la “nación” una forma de pueblo en el que se realiza el estilo de una cultura, esto significa que la nación además de ser un grupo humano con una conciencia de sí mismo, es también la manifesta- ción de una idea58. Siguiendo esta lógica los tipos de pueblos se dividen en tres, los pueblos primitivos –precultura-, los pueblos cultos y los pueblos felahs59 –postcultura-, siendo sólo las naciones pueblos históricos60. Pese a que la nación constituye un importante agente en la manifestación de la cultura, resta identificar en la nación los elementos que permiten comprender su manifestación.

Si bien la nación agrupa a un gran número de seres humanos que componen esta unidad intima que realiza una idea, estas son representadas ante la historia por una minoría, existiendo una nación a partir de esa minoría que en nombre de los demás realiza la historia61. Estas minorías para Spengler, están representadas por la manifestación de dos símbolos elementales que luchan por conducir el devenir de la nación y que toman forma en las únicas dos clases que existen en la realización de la cultura, siendo estas la clase noble que corresponde al universo como historia y la clase sacerdotal que corresponde al universo como naturaleza62. Todo este planteamiento expuesto por parte del autor nos remite finalmente al lugar posible para el individuo consciente del devenir histórico, destacando dos posibilidades para este tipo de espíritus. El primero es el estudio de este devenir ante los elementos simbólicos determina el sino, mientras que el segundo es el hombre que encarna el sino y está en plena armonía con la realización de este63. Esta división fundamental es para el autor la contraposición entre en que interpreta los hechos y el que los realiza.

Forma

20 Juan Goberna, “Terminología e ideología. Cinco interpretaciones de la antítesis conceptual alemana de Kultur y Zivilization durante la Primera guerra mundial”, SOCIOLOGÍA HISTÓRICA, 2014, pp. 221-250, pp. 223

21 Goberna, “Conceptos en…, op. cit., pp. 425-437, pp. 435

22 Norbert Elias, El proceso de la civilización, Disponible en: http://ddooss.org/libros/Norbert_Elias.pdf [Fecha de consulta: 3 de Noviembre de 2017], pp. 59

23 Ferdinand Tönnies, Comunidad y sociedad, Buenos Aires, Losada, 1944, pp. 65

24 José Ortega y Gasset, La decadencia de Occidente: Proemio, Madrid, CALPE, 1966, pp. 3

25 Ortega y Gasset, op. cit., pp. 4

26 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 1 27 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 3

28 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 5

29 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 16

30 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 16 31 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 17

32 Ibid.

33 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 122 34 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp 18 35 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 19

36 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 26

37 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 30

38 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 30-31

39 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 35

40 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 40

45 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 63

46 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 64

47 Esta referencia de Spengler proviene de estudio un sobre botánica del escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe de 1790 titulado “Intento de explicar la metamorfosis de las plantas”.

48 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 115

49 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 116

50 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 121-122

51 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 133

52 Spengler, La decadencia…, Tomo I, op. cit., pp. 176

53 Oswald Spengler, La decadencia de Occidente, Tomo II, Madrid, CALPE, 1966, pp. 43

54 Spengler, La decadencia…, Tomo II, op. cit., pp. 46

55 Spengler, La decadencia…, Tomo II, op. cit., pp. 99

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