Mauricio Pelayo: «Somos un país muy dividido en la parte histórica, menos en la Guerra del Pacífico»

En una conversación con «Entre Líneas», el historiador, y autor de seis libros sobre la guerra que enfrentó a Chile con sus vecinos del norte (1879-1884), habla sobre el significado de este conflicto, los ataques a los monumentos y sus motivaciones para investigar este suceso.

Por José Joaquín Durán

La certeza de quién es historiador, a diferencia de otras labores, no está limitada a un título. Puede haber quienes, pese desarrollar estudios universitarios en historia, no sean historiadores propiamente tales. Mientras que hay otros que, sin tener las certificaciones, se dedican a investigar la historia.

Entre los investigadores de la historia hay quienes buscan darle forma y narrativa a la progresión en el tiempo de los sucesos humanos. También hay otros que se enfocan en extraer la materia prima que configura aquellos sucesos, a través de un trabajo directo en los archivos. El historiador de la Guerra del Pacífico, y autor de seis libros sobre el tema[1], Mauricio Pelayo, pertenece al segundo grupo.

El acercamiento de Pelayo a la investigación histórica es descrito por él como algo “repentino y explosivo”. Era a su hermano mayor a quien le gustaba el libro “Adiós al séptimo de línea” y un día le prestó los cinco tomos. Pasaron años sin que Pelayo abriese las páginas de estas obras. Pero, a finales de los noventa, y durante un viaje a Iquique para ver a su hermano, algo hizo que todo fuera distinto en su relación con la “Guerra del Pacífico”.

-Esa vez mi hermano me dijo: “Oye Mauricio, ¿te leíste ‘Adiós al séptimo de línea’? y respondí: “No, no me lo voy a leer, así que olvídate”. Luego, al día siguiente, me dice: “Ya, vamos al desierto”.

Pelayo, quien en aquel entonces tenía 28 años, reconoce que, como santiaguino, no tenía mayor interés en los paisajes del norte. Pero que aun así se decidió por acompañar a su hermano en el viaje.

-Luego de recorrer el sector por un rato, paramos y me dice: “mira, aquí fue el combate de Pampa Germania”. Y yo le pregunté: “¿Y qué pasó ahí?”, a lo que él me responde “Súbete al auto, léete el libro”.

Así, describe Pelayo, transcurrió durante el día el recorrido a través del desierto, con breves paradas en los lugares donde hace más de un siglo se desarrollaron las batallas de la Guerra del Pacífico.

-Después de terminar el viaje leí los libros. Y, desde ese momento, no paré más.

Desde el recorrido por el desierto con su hermano, el autor ha dedicado más de 20 años de su vida a la investigación histórica y, actualmente, trabaja en dos obras: “Anécdotas de la Guerra del Pacífico” y “140 años de la Guerra del Pacífico, 140 héroes olvidados”.

La unidad de la historia y el roto chileno

-El historiador puede fijar su atención en distintos elementos del pasado, el paisaje de esta guerra presenta abundantes perspectivas de análisis, ¿cuál de estas perspectivas es la que usted, como investigador de la Guerra del Pacífico, ha tomado?

– “Me interesa la persona, saber quién era, de dónde era y por qué fue a la guerra. Me importa el sentimiento, el corazón, el orgullo y la valentía. Un ejemplo es Arturo Benavides Santos, soldado que se enlistó a los catorce años y durante la guerra escribió “Seis años de vacaciones”. Mientras estaba en las campañas se dedicaba a escribir las cartas de los soldados que no sabían escribir y a leerle las cartas que les llegaban. Después fue alcalde de Valparaíso y creó el Círculo de veteranos de Valparaíso, fue de los fundadores. Hizo mucho por sus compañeros veteranos de pocos recursos”.

“Hubo un gran olvido de los veteranos por parte de los políticos de la época. El primer bono que se les da a los veteranos es en 1906, cuando ya había muerto gran parte de ellos. No era el problema de que el general era un desgraciado, ni de que la oficialidad tenía plata. No, el oficial se preocupaba. El mismo Baquedano, cuando murió, les dejó sus pertenencias a las viudas de sus soldados. Eran otros hombres, eso es lo que a me encanta de la Guerra del Pacífico, por eso trabajo y tengo mi base de datos de los veteranos, los nominales y la ficha de cada uno de ellos. Por eso digo que me motiva la persona, el hombre chileno, más que la estadística, en el sentido de cuantos murieron en la guerra. Para mí es importante aportar quienes fueron los que pelearon. La parte estratégica se la dejo a otras personas”.

-Usted descubrió su interés por la Guerra del Pacífico cerca de los treinta años, ¿cuál era la ruta de vida que ya había transitado?

– “Estudié Administración Agrícola. Antes estuve dos años en la Escuela Naval y después dos años en Administración de Empresa. Trabajaba en una distribuidora de licores cuando me empezó a ‘picar el bichito’. En esos tiempos recién había llegado internet a Chile y no había mucha información sobre la Guerra del Pacífico. El tema partió con fuerza porque hice la primera página web sobre esta guerra en el mundo, porque prácticamente no existía información a finales de los noventa. Llegaba a mi casa tipo 21-22 horas de la noche y me ponía a trabajar en la página y a estudiar sobre el tema, porque la gente empezaba a preguntar cosas y tenía que ir más allá de Adiós al séptimo de línea. Había quienes me decían: ‘oiga, mi abuelito murió ahí, ¿qué puedo hacer para averiguar más al respecto?’. Pero no había nadie que les pudiese dar esa información”.

-La gente suele interesarse en los periodos históricos por distintos motivos, ¿cuál cree usted que es el elemento más llamativo de la Guerra del Pacífico?

– “Nosotros tenemos una historia corta pero interesante, que está dividida en bandos. Si vamos a los inicios de la independencia tenemos a los carreristas y a los o’higginistas, después los balmacedistas y los congresistas. Luego, los allendistas y los pinochetistas. Y así lo tenemos hasta el día de hoy, o sea la derecha y la izquierda. Somos un país muy dividido en la parte histórica, menos en la Guerra del Pacífico.

Si transmites un programa de esta guerra, todos lo ven, los libros más vendidos de historia, también son sobre la Guerra del Pacífico[2]. Entonces, ¿qué es lo que caracteriza este hecho? Se caracteriza por ser el único triunfo como país contra un enemigo extranjero y fuerte, que demuestra que los chilenos se unen cuando es necesario”.

-Chile ha estado presente en otros conflictos, ¿por qué no se da la misma situación en la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, por ejemplo?

– “Son cosas distintas, la “Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana” a Chile no le interesa. El chileno va en apoyo de los peruanos que no querían unirse a Bolivia en un solo país, que era lo que buscaba Santa Cruz. Entonces, no iban como conquistadores, no era una guerra de chile contra el resto. Fue como la guerra contra España, a la que fuimos a apoyar a otros países.

En cambio, en la Guerra del Pacífico éramos nosotros contra dos países, a los cuales se les podía unir Argentina. Allí fuimos una nación en armas, porque fueron los civiles los que se enrolaron. En el ejército eran alrededor de 3 mil hombres y se enrolaron 82 mil, más menos. Por eso, siempre he dicho que es el pueblo en armas. La Guerra del Pacífico la ganó el roto chileno, que es el que saca pecho, no es un prototipo específico de un personaje. En el personaje del roto tienes de todo, no tiene relación con un tema de plata, hubo quienes eran diputados de la República y se enrolaron para la guerra”.

– ¿Puede ahondar más en la figura del roto?

– “El roto chileno es una persona alegre, buena para la talla, pero con las cosas bien claras. Es una persona que se mantiene con respeto a la norma, pero no me refiero a la establecida actualmente. Me refiero a la norma que estaba vigente cuando existía el roto chileno, que eran leales y orgullosos de pertenecer al pueblo chileno, ese es el roto. El que se compraba un buen terno para estar todos los domingos en la plaza y pintaba su casa todos los 18 de septiembre”.

– Definitivamente es el panorama de una etapa muy distinta a la actual.

– “Claro, y todo eso me duele mucho, porque se está perdiendo la identidad y el orgullo de lo que hemos tenido siempre. Está bien ser multicultural, pero no hay que dejar de lado lo que somos. Podemos recibir visitas y a cualquier forastero, pero no por eso vas a dejar de estar orgulloso de tu bandera y de tu país.

Ahora en Chile no puedes salir con tu bandera. Cuando pasó todo lo del 18 de octubre, tuve que sacar mi bandera del balcón, y eso que nunca la saco. Me duele, porque la bandera chilena representa a todos, o sea, si eres de izquierda o de derecha, si eres de la “U” o de Colo-Colo da lo mismo, la bandera es una. Que no te pueda gustar la bandera chilena es una mala señal. Uno puede ser de cualquier sector, pero eso no tiene por qué quitarte el orgullo de ser chileno y de los símbolos patrios”.

¿El ocaso de los héroes?

-Entiendo su punto de vista, de esta especie de historia con pretensión de objetividad, por así decirlo, abstraída de discursos del plano ideológico. Pero eso no quita que en las discusiones sobre la historia se integren aquellos elementos.

– “Sí, pero creo que no hay que verlo todo desde el conflicto. Es principalmente por errores que se cometieron aquí en Chile que esto pasa, y con la Guerra del Pacífico es lo mismo. Los grandes errores que se cometieron fueron los del Gobierno Militar, quienes se apropiaron de la guerra y a quienes no le gustaban los milicos, metían el tema en el mismo saco.

La Guerra del Pacífico fue de las tropas de rotos chilenos, no eran militares, propiamente tales. Así y todo, en los años que me he dedicado al tema, puedo confirmar que a quienes más les gusta la Guerra del Pacífico no es a los de derecha. Los que más conocen el tema no son ellos o los militares. Hay personas de izquierda a las que les encanta el tema y están tan enojados como yo cuando se derrumban monumentos, porque conocen la diferencia entre una cosa y otra. Es la persona políticamente limitada la que no pueden pensar más allá de lo que le dicen. Ellos piensan en milicos y en que es lo mismo que en 1973”.

-Hay un elemento central de la disciplina histórica, que es darle sentido al pasado. Porque llega un punto en el que hay que afirmar a través de la historia.

-«Somos un país de mentalidad muy corta. Para unos existimos desde 1970 en adelante y para otros desde 1973. El resto de la historia prácticamente no existe. No existe la Guerra del Pacífico, con suerte conocen el Combate naval de Iquique. Sacaron del colegio la Guerra del Pacífico y la suplantaron por la Segunda Guerra Mundial. Si conociéramos nuestra historia, podría haber desmanes, podrían haber rayados, pero se respetarían los monumentos. En Perú no van a botar a Miguel Grau, o en Argentina a San Martín, como aquí si lo han hecho con Prat o intentado con Baquedano».

-Uno puede llegar a entender, no así compartir, por qué han derribado algunos monumentos. Pero con Prat la situación es distinta, es un personaje que no genera roces a nivel social. ¿Qué puede haber detrás de los ataques contra el monumento de Prat?

– “La gente es totalmente inculta. O sea, cuando veo que botan un monumento y saltan encima, creo que no están pensado. Porque si botas el monumento de Prat, o atacas el de Baquedano, no estás pensando lo que estás haciendo. Estas botando tu identidad, estás botando a alguien que no hizo nada malo y solamente peleaba por un futuro mejor para sus conciudadanos, por el bien de todos ellos. Es inconcebible que boten los monumentos a Prat, distinto podría ser en el caso de Baquedano, que su historia no es muy conocida. Baquedano simbolizaba la unión del pueblo chileno en el triunfo, era la celebración, en el cual había un soldado que custodiaba al pueblo y que representaba al chileno. Entonces están botando un símbolo netamente chileno, que es nuestra unión”.

-Uno podría hacer el ejercicio de pensar que quizás los ataques no son a partir de la ignorancia, sino que son conscientes de lo mucho que significa y que por esa misma razón es importante destruirlos.

– “Ahí sería todo mucho más grave, porque si saben quién es Prat, y lo que hizo como persona, entonces ya no están en contra de un monumento, están contra Chile, contra la buena gente, contra un sentimiento patrio y la identidad de un país. Porque cuando atacan a Prat, no atacan solo a un marino. Atacan la identidad, el orgullo y el amor por nuestra bandera. O sea, por eso prefiero pensar que la gente es, perdonando la dureza de la palabra, estúpida, en lugar de pensar que es mala”.

-Aun así, tras octubre del año pasado, para muchos, puede quedar una sensación amarga por los atentados contra la memoria histórica, ¿cómo se para usted frente al nuevo proceso al que ha entrado el país?

– “Soy de una generación que, hasta hace poco tiempo, pensaba que éramos distintos, y me he dado cuenta de que no, que en el único momento en que fuimos distintos fue en la Guerra del Pacifico. Por mi parte, voy a seguir orgulloso de ser chileno, voy a seguir publicando las cosas en la página web con una bandera, voy a seguir hablando de los veteranos y voy a seguir resaltando su memoria. Pero yo perdí la confianza en el chileno, mas no en mi país. No voy a parar porque alguien me diga que soy facho, que me digan como quieran. Estoy lejos de ser facho. Mi trabajo es para los veteranos de la Guerra del Pacífico, para tratar de mantener viva a la gente que hizo algo por Chile”.


[1] Algunos en calidad de coautor; “Retratos. Los héroes olvidados de la Guerra del Pacífico” (2007), “La guerra del Pacífico en imágenes, relatos, testimonios” (2007). Y otros como autor exclusivo; “El glorioso Regimiento Talca en la Guerra del Pacífico. Corona Fúnebre” (2010), “Los que no volvieron. Los muertos en la guerra del Pacífico” (2019) y “140 años de la Guerra del Pacífico, 140 héroes” (2019).

[2] Un período histórico tan intenso no ha cesado nunca de estar en la mirada de los historiadores, aunque estimamos que la vinculación del gran público con la materia está más ligada a los textos literarios. Respecto a la “Guerra del Pacífico” podríamos hablar de tres etapas. Una primera durante las décadas siguientes al término del conflicto, caracterizada por narraciones y síntesis históricas de los veteranos. Son ejemplos de este primer período obras como Seis años de vacaciones (Escrito durante la guerra y publicado en 1929) de Arturo Benavides o Crónicas de Guerra de Arturo Olid (recopilación de escritos entre 1888 y 1928). La segunda etapa inició a mediados del siglo XX con Adiós al Séptimo de Línea (1955) del iquiqueño Jorge Inostrosa como obra representativa y que hasta el presente sigue siendo el mayor referente literario de introducción a la materia. El tercer período sería el actual, plenamente insertados en la era de internet, y con más célebre texto en la novela histórica a partir de unas memorias escritas, Veterano de tres guerras (2015) de Guillermo Parvex, obra que rápidamente se convirtió en un fenómeno comercial que actualizó el interés virtualmente soterrado, mas no extinto, del público chileno respecto a su pasado heroico.

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